Todos sabemos que da un cierto placer expresar lo que sentimos. Si aquel que nos escucha acoge con comprensión, la emoción se expande si es una emoción feliz o se alivia si es una emoción dolorosa. Hay personas que creen que aquel que siempre expresa lo que siente realiza algo saludable. Pero la simple expresión de ciertas emociones como rabia, miedo y tristeza, están lejos de ser una solución profunda. Hay un alivio, es verdad, y muchas veces, al hablar, la emoción se disuelve, desaparece. Pero otras veces el hablar no disuelve la emoción. Hablo del miedo y continúo con miedo, hablo de la tristeza y continúo triste. Y no es difícil percibir que aquel que vive frecuente e intensamente con rabia, miedo o tristeza está lejos de irradiar salud emocional. En estos casos la pregunta que se formula es: ¿cómo transformar estas emociones?, ¿qué medios existen para disolver dentro de la persona estas emociones? Hay emociones que claramente sabemos que las sentimos, otras no. Son vividas, generan actos, se estampan en la fisionomía, otras personas las perciben pero quien las trae en sí, no percibe lo que siente.
Existen sentimientos que preferiríamos no tener, o tal vez, puede ser que algún día fuimos duramente punidos por abrigar esa emoción y pasamos a ignorarla dentro de nosotros en el intento de no sentirla. Pero es inútil. Lo reprimido y sofocado está vivo y actúa. Ignorar es peligroso. Nos tornamos esclavos de aquello que sentimos en las profundidades del alma. Así, el primer paso para transformar nuestro mundo emocional es tener una clara consciencia de lo que vive en nosotros.
En segundo lugar es necesario querer. Sentir rabia, miedo o tristeza también proporciona placer. Otro día, hablando sobre suicidio, mencioné el sabor agridulce de la depresión. Hay personas que se deleitan con la energía del odio y la rabia. Se sienten fuertes, nobles, el vengador justiciero. Y la alegría del miedo es buscada a través de películas de terror, de suspenso o deportes peligrosos. En estas tres emociones también puede existir el placer secreto de sentirse víctima, el noble mártir. Hay personas que confunden rabia con fuerza, transparencia o autodefensa. Creen que si no sienten rabia los otros van a explotarlas. No perciben que es posible ser fuerte, firme e inquebrantable dentro de una profunda calma. Y hay personas que se refugian en la autoimagen de deprimido o de miedoso como forma de ocultar su propia flojera. No se quieren esforzar, enfrentar obstáculos y dificultades, y se esconden atrás del “yo no consigo” mientras en verdad están diciendo: “yo no quiero, da mucho trabajo, es agotador, no sé si va a valer la pena”. Así, el segundo paso en el proceso de disolver emociones dolorosas dentro de nosotros es querer.