En respuesta a una lectora
Usted dice que su madre era severa y firme y que usted cree que trata a sus hijos con un exceso de gentileza. Son dos caras de la vida, dos necesidades en la educación. La vida frustra, causa dolor, cansa, y a veces es pesada y difícil. En otro momento o época, la belleza nos invade, la dulzura del amor, la alegría de sentirse capaz, el entusiasmo por comprender y aventurarse. Educar a un niño es prepararlo para la vida, ayudarlo a ser capaz de disfrutar y enfrentarla. Es difícil saber dosificar, al cuidar de un niño, la dulzura y la firmeza. Pero necesita ambas. Sensibilidad, suavidad, alegría, ternura y fuerza, coraje, competencia, inteligencia. Los extremos son peligrosos. La firmeza que usted recibió fue tanta que tal vez la hirió, dejando marcas que duelen hasta hoy. Pero un niño que reciba solo ternura y permisividad puede tornarse débil, mimado y caprichoso. Lo “no” que usted no dé a sus hijos, con seguridad la vida les dará. Ninguno de nosotros está eximido. Es mejor acostumbrarse desde pequeño a enfrentar obstáculos y frustraciones a ser sorprendido sin preparo a la hora de lidiar con el mundo afuera del hogar.
La educación antigua enfatizaba la obediencia, la severidad, la disciplina, el respeto a los más antiguos, la ausencia de diálogo, la relación autoritaria y las prohibiciones. En nuestra época, intentando curar las heridas y cicatrices que dejó el pasado, estamos yendo para el otro extremo. Se puede todo, todo es permitido, los niños mandan, los padres obedecen. Todo cuidado es poco para no provocar traumas en los niños. Colocar límites, darle al niño una vida con orden y ritmo no es traumatizarlo. Es chocante percibir jóvenes flojos, incapaces de esforzarse, sin coraje para lidiar con la vida, queriendo solo lo que es fácil, el placer inmediato. De ahí se van a las drogas, al sexo irresponsable, una adolescencia que no termina nunca es un camino natural.
Cada niño que nace es como una semilla de un árbol desconocido que los padres reciben. Qué árbol será no lo sabemos. Sólo con el tiempo la naturaleza del niño se revela. Esto prosigue hasta la edad adulta y va más allá. Cada ser humano guarda misterios dentro de sí que solamente el tiempo revelará. La educación no es todo en la vida de un niño. Puede ayudar mucho o perjudicar mucho, o las dos cosas en aspectos diferentes. Qué tipo de persona se torna el niño no siempre es responsabilidad de los padres. Él también toma decisiones. Pero es innegable que una educación equilibrada puede ayudarla a desarrollar lo mejor que tiene dentro de sí.