El reciente terremoto en Haití concentra nuevamente miradas y mentes sobre la situación de los refugiados en todo el planeta. Casi el 50 % de los 10,5 millones de refugiados sobre acompañamiento del Comisionado de la ONU para los Refugiados, ACNUR, viven en centros urbanos. Entre tanto, se calcula que el número de desplazados internos y repatriados que viven en las ciudades puede duplicar esta cifra.
Sin patria y sin raíces
Expulsados de su tierra natal por causa de desastres naturales, inundaciones, conflictos étnicos, persecución política o intolerancia religiosa, crece siempre más la legión de los hombres y mujeres sin patria y sin raíces culturales.
“Necesitamos dejar atrás la imagen pasada de moda de que la mayor parte de los refugiados vive en campamentos inmensos organizados por el ACNUR”, dijo el Alto Comisario del órgano, António Guterres. “Estamos siendo testigos de que cada vez más refugiados residen en el medio urbano”, Guterres hizo estas declaraciones antes del inicio del “Diálogo del Alto Comisario sobre los Desafíos de la Protección”, evento anual que se realizó los días 9 y 10 de diciembre del 2009, en Ginebra, Suiza.
La ciudad inflada
La población urbana se cuadruplicó en los últimos 60 años, pasado de 730 millones de personas en 1950, a 3.3 billones actualmente. También los refugiados estás desplazándose de una manera progresiva hacia las ciudades, especialmente en países emergentes. Es una tendencia que se ha acelerado desde los años 50. Cerca del 80% de la población urbana estará concentrada en breve en ciudades medianas y grandes de esos países.
Guterres afirmó que los derechos fundamentales de protección y acceso a los servicios de los refugiados necesitan ser respetados donde quiera que ellos estén, sea en los campamentos o en las ciudades.
De acuerdo con las últimas estadísticas, la capital de Afganistán, Cabul, tuvo un aumento de su población aumentada siete veces desde el año 2001. Muchos de los nuevos moradores son antiguos refugiados que regresaron de Irán o Paquistán, o desplazados que huyeron de la violencia de las áreas rurales del país.
Tanto la ciudad de Bogotá, en Colombia, como Abiyán, en Costa de Marfil, absorbieron cientos de miles de víctimas de conflictos armados, que se acumulan en suburbios carentes de servicios básicos. En Medio Oriente, las ciudades de Damasco en Siria, y Ammán en Jordania, se convirtieron en santuarios para millares de iraquíes que se vieron obligados a huir de su país.
Lucha por la sobrevivencia
El comisario del ACNUR demuestra preocupación con esos refugiados obligados a vivir en barrios pobres y suburbios superpoblados. La mayoría se ve forzada a trabajar en la economía informal, exponiéndose a la explotación y ganándose la vida con dificultad. Muchos prefieren permanecer “invisibles” por miedo de ser expulsados, lo que dificulta sus registros e identificaciones.
La difícil acogida
La llegada masiva a las ciudades de personas desplazadas a la fuerza genera una disputa exacerbada por los escasos recursos públicos, tales como la salud y la educación, y tiende también a provocar un aumento en los precios de los servicios básicos, como comida y habitación, además de deteriorar las condiciones ambientales.
Los refugiados urbanos acostumbran vivir al lado de los ciudadanos locales e inmigrantes que buscaron en las ciudades una mejor calidad de vida, lo que tiende a generar tensiones entre ambos grupos y, en el peor de los casos, xenofobia con resultados catastróficos. Un ejemplo semejante ocurrió en la ciudad de Albina, en Surinam, antigua Guayana Holandesa, donde la comunidad de inmigrantes brasileños ligada a la actividad de la minería artesanal fue atacada con golpes de machetes y otras armas blancas por habitantes locales descendientes de comunidades quilombolas.
En este contexto inestable y en constante mudanza, el ACNUR enfrenta un desafío básico: cómo identificar y llegar a los refugiados. “A pesar de tratarse de un problema global, las condiciones varían enormemente de una región para otra y la respuesta es esencialmente local”. Por esta razón, el ACNUR no solo trabaja en cooperación con los gobiernos nacionales, sino también considera de crucial importancia el papel de los municipios y autoridades locales, de las agencias humanitarias y a la propia sociedad civil. “Ellos pueden hacer una gran diferencia”, agregó Guterres.