Una de las necesidades humanas básicas es la de ser capaz de encontrarse con otro ser humano. Sentirse aceptado, comprendido, amado, acogido, etc. Percibir que hay personas a quienes les agrada nuestra compañía y con las cuales podemos ser sinceros. En la búsqueda de intimidad, compañerismo, descubrimos luego que el desencuentro es más común que el encuentro. Aflicciones, dificultades y desentendimientos permean la mayoría de las relaciones. Hay personas que sufren tantas decepciones que se tornan amargas y escépticas. Pasan a no confiar en nadie más. Usan una máscara de la cual nunca se liberan. Se cierran y se endurecen.
Todos nosotros tenemos decepciones en las relaciones con las personas. Necesitamos aprender a callar, a no revelarnos con cualquiera. Tenemos que escoger bien con quién abrir el corazón. E incluso con las personas más próximas podemos tener momentos de encuentros verdaderos y otros cuando todo se pone difícil, cuando la incomprensión es la regla.
Frecuentemente somos muy diferentes los unos de los otros. Nuestra historia singular de vida, temperamento, ser hombre y mujer edad, talentos y limitaciones – todo esto nos configura de modo particular. No es fácil comprender y conocer bien a otro ser humano. Es esencial que intentemos dialogar. Muchas veces no se puede adivinar lo que le pasa al otro. Necesitamos explicarnos, darnos a conocer, mostrar el modo como sentimos, deseamos y sufrimos. A veces una persona siente por nosotros un afecto sincero, pero no comprende el por qué reaccionamos de un modo o de otro. Es necesario abrirse e intentar.
Quien se muestra se arriesga. Es peligroso. El otro nos puede criticar, ofender o ridiculizarnos. Pero sólo así puedo saber quién está conmigo, quién es aquél con quien estoy buscando intimidad. Es posible la comprensión mutua. Podemos abrigarnos no solo físicamente, sino también en la alegría de sentirnos junto a alguien en cuerpo, alma y espíritu. Pero solo quien tuvo mucho coraje puede llegar a esto. Quien no arriesga ve la vida pasar, pero no disfruta. Se queda aislado, con miedo, desconfiado.
Cuando tenemos una relación íntima con alguien es importante no creer que esta persona puede hacernos feliz. Esta persona puede ser una parte de nuestra felicidad, una de las razones por las cuales vale la pena vivir, nos trae alegría. Si ella es el centro absoluto, aquella de quien esperamos que nos dé alegría para vivir, el fracaso es casi seguro. Es demasiado peso para alguien soportar. Tenemos que tener muchas alegrías, otros placeres. Tenemos que tener una relación de alegría y placer con otros aspectos de la vida: trabajo, hijos, arte, estudio, naturaleza, amistades, religiosidad, etc. Solo así tendremos la levedad necesaria para que tengamos una relación íntima y afectuosa con otra persona.