Suicidio

Publicado por Carlos Bitencourt Almeida 18 de febrero de 2010

Suicídio

La mayoría de las personas le tiene miedo a la muerte. No les gusta hablar del tema o pensar sobre eso. Preferimos vivir como si fuésemos eternos. No me recuerde que voy a morir porque no sé  lo que voy a hacer con mi miedo. Incluso aquellos que tienen fe en una continuidad, casi siempre es una fe opaca, trémula. La muerte choca, desorienta, asusta. Se fue alguien que yo amaba. No sirve de nada buscarlo, él desapareció. Es extraño. El suicidio choca el doble. Alguien escogió morir. Hay personas que prefieren creer que todo suicida estaba fuera de sí en el momento del suicidio, medio loco o loco entero. Hay casos así: las personas con trastornos mentales graves pueden suicidarse en un momento de delirio. O entonces, personas fuertemente alcoholizadas o drogadas a veces se matan en un estado de lucidez reducida.

Pero hay suicidas perfectamente lúcidos. Planean todo cuidadosamente, dejan sus negocios al día, escriben cartas y disimulan sus intenciones con gran habilidad. Escogen morir. No son enfermos mentales, son seres humanos como nosotros. El suicida perdió la esperanza en la vida y la colocó en la muerte. Tiene fe en la muerte. Cree que la muerte va a ser el fin total y absoluto de su ser, o que tal vez en otro mundo va a estar libre de sus sufrimientos y frustraciones. Hay personas que se enamoran de la idea de suicidio. Viven con ella como una salida de emergencia, a ser usada en caso de necesidad. Otros, profundamente deprimidos fantasean con matarse.

En mi profesión, cuando percibo en alguien claras ideas de suicidio le pregunto: ¿quién te garantiza que la muerte es lo que imaginas? ¿Y si no lo fuera? ¿Y si no te proporciona el alivio que sueñas? Optas por lo desconocido basado en una fe ingenua de que va a ser el fin de tus sufrimientos. Puedes estar totalmente equivocado. A veces, podemos evitar que alguien se suicide dando amor, dinero, ayuda para salir de sus dificultades, ayudándolo a percibir salidas, nuevos caminos para su vida.

El impulso que lleva a alguien al suicidio vive en cada uno de nosotros. Cuando vivimos deseando la muerte, cuando paramos de intentar construir una vida mejor, cuando nos tornamos por largos períodos amargos, apáticos y desanimados, estamos irradiando energías suicidas. Hay suicidas vivos que nunca se van a matar. Son muertos vivos. Viven sin esperanza, sin alegría y sin coraje. Es esta energía la que el suicida usa para matarse. Personas así son cómplices inconscientes del suicida. Es necesario despertar. El sueño agridulce de la depresión entorpece y anestesia. El fuego de la vida está en nosotros. Es necesario llegar hasta él. Vale la pena. Es bueno. Da calor y alegría.

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