La mujer existe para ser amada, admirada, venerada, homenajeada y para rendirle culto.
Iniciamos nuestro homenaje por la figura de la madre, que tiene esa misión sublime e intransferible. Mujer y madre constituyen realidades indisociables. En toda mujer la voluntad de ser madre siempre persiste. Es en el hogar donde la figura de la mujer como esposa y madre se torna insustituible. Madres amorosas, tienen el poder divino de generar, crear, amamantar y consolar. Esas madres demuestran una capacidad superior de pasar noches y noches despiertas y mantener el mismo buen humor que alimentan y restauran con amor incondicional. Sí, tienen sueño, pero logran superar esa necesidad siempre que sea necesario.
La misión de madre está ligada a la de esposa por ser compañera por voluntad divina; de ahí deriva la bondad manifiesta en estas relaciones que irradia a todas las actividades en que se involucra. Las mujeres aman de manera natural. Creen en el amor. Sueñan con el amor puro que se traduce en cariño y protección del ser amado. Viven la sensualidad y divinizan la sexualidad como solo ellas lo saben hacer. Actúan con dulzura y firmeza con el marido y con los hijos. Amables, colocan en los corazones toda la vida emocional que vibra en la sangre de cada uno. Se sienten felices al verlos igualmente felices.
Los hombres, para homenajear a la mujer, se acuerdan de la ternura que las manos femeninas transmiten cuando cuidan de personas con necesidades especiales, niños y ancianos. Enfermeras y médicas, cuánta voluntad divina incorporan en los medicamentos, en las actitudes y en los procedimientos para con sus pacientes. Redescubren a las profesoras, especialmente a las educadoras primarias, que tanto cariño incluyen en sus clases y en el apoyo a los alumnos y alumnas.
En la mujer, la ética, justicia y espiritualidad, más que en las palabras, aparecen implícitas en sus actitudes y gestos. Saben hablar y mantener el silencio, olvidar y perdonar siempre que se necesite. Mantienen la determinación y flexibilidad que la vida exige siempre.
Ellas usan su brillo para destacar las facetas de quienes aman. Enaltecen con sus hechos a las personas que estiman y consideran. Ellas se despojan de las vanidades con mucha facilidad y se sienten obligadas a hacer el bien y contribuir para un mundo mejor y para la solidaridad entre los pueblos. Pueden actuar tanto como ejecutivas de países grandes como trabajar como barrenderas en una ciudad de cualquier tamaño. Campesinas, urbanas, clase media o proletarias, pueden ser guerrilleras, modelos o maniquís.
Los hombres descubren que, en los últimos tiempos, empresarias y líderes en la iniciativa privada o pública, las mujeres han humanizado las inhóspitas relaciones de trabajo y las rígidas jerarquías profesionales. En casi todas las profesiones, especialmente en las relacionadas con la salud y la educación, la Mujer está en primer lugar. Maestras, son divinas para enseñar. Son colegas leales y sinceras. Logran conciliar la vida profesional con la vida familiar. Las mujeres se realizan en las tareas más simples como en las más complejas. Vibran dentro de casa y se entusiasman en el trabajo y en las actividades sociales. Garra, coraje y mucha osadía son marcas patentes en las verdaderas heroínas que surgen a toda hora. Son ellas las que siembran la paz y el entendimiento entre las personas.
Artistas, ellas cantan, tocan y pintan. Hacen poesías con las situaciones y hechos de lo cotidiano y, otra vez, usan más los sentimientos que las palabras. La belleza de la mujer suaviza, encanta y enternece el ambiente. Los semblantes sonríen cuan el alma femenina perfuma la casa y las salas en que los más variados asuntos son tratados. Las personas se tornan más dulces y dóciles. La fuerza de la belleza de la mujer viene de su interior, de su alma aliñada y pulida por la delicadeza, por la sensibilidad y por el amor. Las acciones de la mujer nacen del alma femenina regida por el equilibrio entre el corazón y la razón, entre el pensar y el sentir.
En la gloria de su día, música, recitaciones, poesía… Yo también ofrezco una pequeña alabanza a las mujeres.