Con la experiencia en Grandes Constructoras me acostumbré a mudarme a menudo y hasta sentía falta cuando pasaba mucho tiempo en el mismo lugar. Cuando estaba creando raíces, la obra terminaba y la empresa me transfería hacia un lugar que la mayoría de las veces era desconocido. ¿Saben que a mí incluso me gustaban las sorpresas?
Pero ahora, con esta edad numéricamente elevada, prefería quedarme más tiempo por aquí donde tengo un hijo, dos hermanos, la familia de una sobrina y el sobrino Louro que me dan atención, una enamorada, una ex-mujer, un amigo particular, dos que fueron colegas de trabajo, ese amigo de Uruguay y, una más cerca y otra más distante, dos amigas maravillosas.
Pero el Todopoderoso me mandó un sopetón y aprendí a lo largo de la vida que manda quien puede y obedece quien tiene juicio.
Una señal aguda en el pecho no dio tiempo de correr hacia el hospital. Una sonrisa de despedida fue todo lo que Él me permitió antes de partir.
Fui con la ropa del cuerpo. Fue así que el Canabrava me elogió cierta vez: “ese ahí (que soy yo) es sólo el tiempo de hacer el pasaporte que él va sólo con la ropa del cuerpo. Después, los parientes, enamoradas y amigos mandaban los libros, pertenencias y las otras prendas de ropa.
Desde esa vez no tengo a nadie para pedirle que me envíe nada. Y ni lo voy a necesitar.
Luego, en la recepción, rápidamente me avisaron que todo lo que necesito para “vivir” aquí ya está siempre conmigo. El resto es peso muerto. Qué palabra horrible.
Entré y el sirviente del Señor me entregó mi notebook debidamente conectado en red con el suyo y pasamos luego al Juicio Final. Hizo una lista de mis crímenes más pesados y evaluando todo, yo no era ningún pececito. Como máximo, bromeó el servidor, yo era un alevino. Delante de este grupo que ha llegado, usted tiene un libro en blanco, dijo con tono de chiste. Hace algún tiempo llegó aquí un político de Bahia, usted tendría que haber visto lo que el mestizo armó por allá. En pocos segundos lo mandé a pelear con nuestro concurrente…
Como en una partida de póker dejé en la mesa todas mis fichas, mis mejores intenciones: quise que mis amigos fuesen honestos, que mis hermanos estudiasen, que la familia fuese más unida, que hubiese más paz, igualdad, solidaridad, justicia y libertad…
Lo que más me encantó aquí en el cielo fue el buen humor de ese servidor. Él hizo bromas todo el tiempo y además me dijo: ¿no era así que usted quería su repartición?
Sobre sus buenas intenciones, usted conoce el dicho que tiene su gente: “el infierno está lleno de ellas”.
Ahora, sorpréndanse ustedes, ¿saben lo que me significó más puntos para mi entrada aquí en este eterno paraíso? ¡Mis encrespamientos! Su sacrosanta indignación sólo se compara a la de su coterráneo Henfil. ¿Se acuerda de él?, preguntó el magistrado celeste.
Y era verdad.
Cada vez que usted le dio un reto a las personas cómodas, alumnos, colegas, parientes y amigos, usted ganó significativos puntos en la tabla del Hombre. Él es Divino, pero es bastante duro.
No necesito de nada de ahí. Además, hace mucho tiempo que ya había decidido mostrar toda mi dureza y vivir solo con lo esencial: mi dulzura interior.
Besos para todos. Los espero aquí. Sigan mi ejemplo y conquisten la entrada en este lugar Divino. ¡Vale la pena!
Con mi cariñoso abrazo, Verly, o Tiãozinho do Gonte para los pompeanos.
PD: No tomen en serio los chistes que cuentan ahí en la Tierra sobre el Cielo. Aquí es bastante interesante. Sólo una pequeña aclaración. Echo de menos algunas cosas de ahí, principalmente el olorcito gustoso de las mujeres.