Podemos decir que La felicidad vivió en la calle Viçosa 153, en el inicio de los años 70 en Belo Horizonte. ¡Ciertamente! Me despertaba y ya tenía una mesa abundante preparada por Lilia, una ex monja que era como una gobernanta y nutría un amor platónico por el tío Manoel. El sol y el viento invadían la casa por todos lados. El periódico “Estado de Minas” llegaba tempranito trayendo las noticias. Tía Terezinha dormía hasta tarde.
El tío Manuel era la expresión de la generosidad. Hasta hoy nunca pensé que un ángel pudiese haber habitado la tierra, y su nombre era Manoel Barbosa Vieira. Nunca lo vi reclamando de nada. Silbaba y decía que quería construir un edificio de varios pisos para tener cerca a las personas que amaba. Cuando la tía Terezinha se levantaba, ocupaba dos cuartos de aquella mansión en el Barrio São Pedro. ¡Estaba o en el cuarto de costura o en el de pintura!
Cosía divinamente y pintaba girasoles, muchos girasoles. Estudió artes en la Escuela Guignard, tenía sus ídolos de allá y hablaba de ellos como semidioses. Uno de ellos era el pintor Inimá de Paula.
¡Manoel era nuestro! Dos hijos, dos sobrinos, dos parientes, dos amigos y especialmente de las sobrinas adoradas, yo, Elenice y Janice. Elenice incluso más que nosotras dos. Manoel tenía tanto cariño por Elenice que llegaba a despertar celos no sólo en su novio Aloísio, sino también en la tía Terezinha.
Me he acordado mucho del tío Manoel, de la calle Viçosa, porque tuve un lindo sueño con él, de domingo (7/03) para lunes. El sueño era tan real que no tenía nada de ganas de despertar. Yo despertaba, recordaba el sueño, dormía de nuevo y continuaba soñando. La presencia del tío Manoel era tan fuerte, que no sé si ahora lo extraño menos o si la añoranza va a ir aumentando. Y él estaba bien, perfecto, bonito, saludable y, sobretodo, feliz, como siempre fue: un hombre feliz, del bien y de bien con la vida.
El sueño fue muy real. Yo estaba ya en los días actuales en Belo Horizonte, no estoy muy segura, no había mucha nitidez pero creo que con Milton Tavares, que hace el portal de la Fundación Metropolitana de Belo Horizonte. Ha publicado algunos artículos míos y se ha transformado en un gran amigo.
Bajaba con él la calle Viçosa del Alto do São Pedro para el barrio Savassi y comenté: allí en ese edificio de apartamento nº 153, había una linda mansión blanca con ventanas azules. Vamos a preguntar por si acaso mi tío Manoel está allá en uno de los apartamentos. ¡Estaba! Estaba llegando de viaje y traía regalos para su linda hija, la bailarina Lúcia Vieira.
Era un apartamento pequeño, con sólo dos cuartos, muy modesto y con pocos muebles. Lúcia estaba feliz y ponía un mantel sobre la mesa cuando yo entré e indagué:
Lúcia, ¿cómo tú, que ya viviste en apartamentos de lujo, puedes vivir en este espacio tan simple y tan inconfortable?
Y ella respondió:
Afonsinho viene siempre para acá, todavía nos amamos aunque no estemos más casados.
Lúcia estaba muy linda y muy feliz al lado de su padre, el tío Manoel, siempre con una sonrisa amplia y generosa.
Era como si ese apartamento minúsculo, en un edificio de la calle Viçosa, parte del legado de la mansión de puertas abiertas, fuese también el mejor lugar del mundo. Había pocos muebles, todo era muy apretado, ¡pero esto no hacía ninguna diferencia!