En la serie que vengo rememorando Encuentros con personas notables, hay tres primos que merecen ser destacados: los hijos de mi tío Xisto. Comenzaré por el menor, Hely Campos, el Lili.Mi padre falleció en julio de 1953 y esos primos se dispusieron a ayudarnos.
Con once años de edad, tuve la suerte de ser elegido para trabajar con el Lili, que aparte de primo era ahijado de mi madre. Mamá contaba que trabajó en la casa de la familia de mi tío Xisto cuando el Lili era un niño de 4 o 5 años. Era bastante travieso el niñito. Muy amable, adulto y ya casado, él me mostraba una cicatriz o marca en la pierna y decía que se trataba de una quemadura con cuchara de fierro de cuando él iba a hacer, con su madrina y empleada, una de sus gracias exageradas para un niño de esa edad, justo en el momento en que ella colocaba brasas en el fierro para engomar ropas.
El Lili creció y no cambió mucho: siempre que podía armaba algo. Era juguetón e irreverente por naturaleza. Muy espirituoso, en las calles provocó a Jacinto Campos hasta su muerte, y después de eso a su hijo, figura totalmente desajustada en el modo de vestir y en la higiene personal, cuyo principal placer era correr atrás de los muchachos que lo llamaban Milton Tiambá, chasqueando un inmenso látigo con mango de madera, aunque sin alcanzar a nadie. El Lili también gritaba el sobrenombre “Coreba” para otro viejo, cuyo nombre era desconocido para todos. El “Coreba” fingía que le importaban las provocaciones, pero cuando nadie le percibía buscaba dar una señal de presencia, pues en el fondo le gustaba ser provocado para poder insultar, soltando las carcajadas de todos. Decían en la época que si a la ciudad de Pompéu la cubrían con una lona se transformaba en circo y si la cercaban, en un hospicio. Lili atormentaba a Petronilha, mujer de João Quirino, una mujer muy fea de un viejo que estaba siempre borracho. Él molestaba: “si yo tuviese una mujer fea como usted, yo no bebería cachaza sino formicida”, el veneno preferido por 9 entre 10 suicidas. Encontraba siempre alguna “víctima” para sus escarnios. Y mucha gente lo buscaba para abastecerse de más “municiones”, pues tenía gran sentido del humor y adoraba echarle pimienta a cualquier situación que le permitía hacer sus gracias.
Alguien de la familia me contó que cierta vez, cuando el Lili aún era un muchacho, se puso de acuerdo con su propio cuñado para colocarlo dentro de un saco de paño, usado para embalar café en grano y acostarlo en medio del camino del Viejo vendedor de palomitas de maíz, que era la última persona en irse a casa, cerca de la medianoche en una ciudad sin luz. El cuñado, Anicésio, debería quedarse adentro del saco, gimiendo, como si fuese una aparición sobrenatural o un alma de otro mundo. En seguida, él y sus amigos buscaron al hombre de las palomitas que se llamaba Zé Roscão, le contaron la historia, le dieron un arma con balas de fogueo y lo orientaron para hablar: “almas conmigo no, yo meto bala”, y disparar. Dicen que el Ni, como era conocido su cuñado, sorprendido con los “disparos”, se ensució entero.
Lili participaba de una tradición muy antigua en uno de los bares de la calle Dona Joaquina, que era cocinar una galinhada, pero con un ingrediente especial: la gallina tenía que ser robada. El principal placer era la historia de la aventura que quedaba, de los riesgos, de los sustos, etc. En un determinado momento se escogía el blanco: dónde irían a robar la gallina de esa noche. Percibiendo los susurros que lo excluían, el Lili vio que él sería la víctima aquella vez. Antes de salir en diligencia Lili los llamó e hizo una apelación: “¡allá hay un pollo rojo que quiero que lo respeten porque la Elza quiere dejarlo para gallo!”.
Aún está vivo en la ciudad de Pompéu, el Soquim, hijo de Joaquim Afonso, concejal de varios mandatos con quien mi primo hizo las mayores bromas. En una de ellas, el Soquim, mujeriego como él solo, había llevado a Pompéu una mujer de una ciudad vecina, con quien vivía maritalmente. Mi primo acordó con el dueño de la carnicería, para que él llamase a mi ingenuo hermano que tenía apenas 10 años y le dijese que el Soquim, que también era taxista o chofer de plaza, pidió que buscase a alguien para llevar unos interiores de buey para la tal mujer con quien vivía. Eso, en un día que todos sabían que Soquim estaba viajando. Los vecinos miraban, se reían y podemos imaginar cuánta cosa pasaba por sus cabezas…
Lili vivía bromeando con todo el mundo. Hasta con su propia esposa inventaba bromas como las de los días de los inocentes, en las cuales ella caía fácilmente; con los amigos o con adversarios vivía esparciendo chismes, más para crear situaciones chistosas que desavenencias. Quien tenga la oportunidad de leer el libro “Coquetel Agridoce”, de autoría de Irilda Oporto conocerá un poco más de su espíritu guerrero e imaginación juguetona.
Aún joven participó en política y fue uno de los concejales más votados de Pompéu. Innovaba saliendo a las calles polvorientas de la ciudad con su carro negro gritando en el altoparlante: “Fulano de tal, no se olvide que el Gordinflón es candidato”. Pertenecía a la Unión Democrática Nacional, UDN, predicadora de la moral y la ética, una especie de Partido de los Trabajadores de la época. De la UDN de Milton Campos, un político conocido por su integridad que se convirtió en su compadre; UDN del honrado Gabriel Passos que él apoyó para el gobierno de Minas Gerais; de Francisco Campos, doctor Chiquinho o Chico Ciencia, ex ministro de Justicia del Estado Nuevo, en la época dueño de la mayor biblioteca particular de Brasil, a quien recibí decenas de veces en la “tienda”, porque siempre que iba a Pompéu, donde tenía la Hacienda do Indostão, pasaba algunas horas con Lili; de Carlos Lacerda, cuya oratoria y brillantez lo estimuló a tener una radio a pilas, pues aún no había energía eléctrica en la ciudad, para oír las críticas del político más ácido que tuvo Brasil. Además del periódico Estado de Minas, estaba suscrito a la Tribuna de la Prensa, de Lacerda, que tenía como símbolo una linternita y, no sólo se suscribió a «O Binomio» – el bravo periódico de Euro Arantes y después de José Maria Rabelo, cuya marca era la irreverencia. En una innovadora campaña de suscripciones realizada en 1954, Lili incentivó a mucha gente en la ciudad a suscribirse al periódico que tenía contenido, colores y tamaños diferentes a los convencionales. Lili era un político combativo como todo lo que leía.
Involucraba a los electores del Partido Social Demócrata – PSD, partido adversario en negociaciones de títulos electorales para comprobar cómo ellos estaban vendidos y sólo votaban en el partido de sus respectivos patrones por intereses. Una vez él denunció a un funcionario y cuñado del prefecto contando que el mismo había comprado una pieza cara en la cuenta de la prefectura para su automóvil particular. Ganó como premio un proceso judicial del cual salió muy bien.
Lili era el menor de los hermanos hombres, y los dos más viejos siempre aparecían en situaciones que exigían calmar las aguas. Él era un crítico tremendo, vivía creando confrontaciones, pero era de una dulzura sin comparación. Era una de las personas más simpáticas y queridas que ya conocí. El fallecido Dr. Paulo Campos Guimarães, prócer político de la ciudad en esa época, una persona inteligente y fina, también lo admiraba y lo defendía en sus arrebatos de crítica. Lili era un símbolo de coraje, bravura y de ética. Sabía de la situación de todos los parientes más próximos y, siempre que alguien necesitaba de su ayuda, ahí estaba él con su capacidad, supliendo las necesidades de las personas queridas.
En el año 1954, yo en mi santa ingenuidad, oí que él leía y releía para los clientes de la “tienda” una noticia en el periódico “Estado de Minas” que concluía con la frase: “una vez más, la vieja leyenda fue confirmada: ¡gallo fuerte, vengador!”. Como él era un hincha fanático del Club Atlético Mineiro, y yo por mi lado siempre abominé la idea de venganza, agarré una goma y borré la frase. Pensaba que estaba sacando de su mente ese sufrimiento. ¡Imaginen la reacción de mi primo y patrón!
A él le gustaba tanto el Atlético que llegó a crear, junto con amigos, el Clube Atlético Pompeano, el albo-negro de Pompéu, a imagen y semejanza del “Gallo”. Fue su primer presidente y construyó el alambrado con rieles que sobraron del desmantelamiento del antiguo ferrocarril Rede Mineira de Viação, que pasaba cerca de la ciudad. El himno del club, de reconocida belleza y vibración fue compuesto por su esposa, Doña Elza. Doña Elza Tavares era profesora de arte y animadora social, a quien también incluiré en esta serie. Tuvieron cinco hijos que heredaron la imaginación viva de la madre con una buena mezcla del padre…
¡Aprendí mucho con mi primo Lili do Xisto! Trabajé con él cerca de dos años y siempre que me enorgullezco de ser ético, corajoso y mostrar amor y dulzura me acuerdo de nuestros mejores momentos. Vivía en su casa y dormía en el cuarto con sus niños. Yo era realmente una persona de casa. Creo que heredé mucho de él, otras veces creo que hasta su propio espíritu entró en mí, ya que son muchas las semejanzas de nuestras actitudes y acciones de indignación y rebeldía. Cuando me flagro haciendo una de las más arriesgadas aventuras, la primera imagen que me viene a la mente es la del Gordinflón, como él mismo se nombraba.
Tal vez la mayor prueba de eso es que me inspiré en el trazo de su firma HelyCampos para bordar la mía, VerlyCampos, casi idéntica a la de él.