Existen momentos o épocas en nuestra vida en que logramos tener un desempeño mucho mejor del que tenemos normalmente.
Puedo haber conseguido durante algunos días o semanas una capacidad de estudio, trabajo, disciplina, esfuerzo o dedicación que habitualmente no poseo. Puede ser que el motivo fuese un deseo intenso. Quería pasar de año o pasar en un concurso público. Quería probar para alguien que es importante para mí que yo era capaz. O tenía miedo. Si yo no lo hiciese así perdería el empleo, o tendría que repetir el año, o perdería un premio que me habían prometido.
Cuando estamos enamorados y queremos conquistar a esa persona, muchas veces somos capaces de tener actitudes fuera de lo común. Por muchas semanas o meses podemos tener un grado de atención, comprensión, cariño y buena voluntad que, tal vez, un año más tarde, después que la relación ya se afirmó, no tendremos más.
Alguien que amamos puede estar pasando por un momento muy difícil. Está con una enfermedad grave o sufrió un accidente. Necesita de nuestra ayuda, cariño y dedicación. Entonces, conseguimos colocar muchos de nuestros defectos y actitudes impulsivas en pausa y, por algún tiempo, ofrecemos lo mejor que tenemos para ayudar a esa persona.
Por razones de salud, o incentivados por alguien muy cercano a nosotros, podemos modificar hábitos nocivos durante semanas o meses. Paramos de fumar, de beber, mudamos la alimentación, pasamos a hacer caminatas frecuentemente, o practicamos un deporte. Después la salud mejora, o la persona que nos hacía compañía se aleja y poco a poco volvemos a nuestros malos hábitos.
Cada una de estas situaciones nos da la prueba de nuestras capacidades latentes. Podemos ser mejores de lo que somos normalmente. La capacidad ya está en nosotros, esperando sólo una situación motivadora que la haga manifestarse. Aquello que un día logramos por algún tiempo, lo podemos lograr nuevamente. No podemos inventar la disculpa de que es algo que está más allá de nuestra capacidad.
No hay nada tan convincente para alguien que desea crecer y mejorar que saber que puede ser maestro y profesor de sí mismo. En el momento en que damos lo mejor de nosotros mismos, en que somos capaces de tener actitudes fuera de lo común, nos tornamos un ejemplo, alguien digno de admiración.
Nuestro yo de todos los días puede tornarse alumno de nuestro yo de los grandes momentos. Podemos estudiar nuestra vida calmamente, haciendo un inventario de nuestros mejores momentos, intentando comprender por qué en aquel día, en aquella época, logramos ser tan buenos. A partir de esta comprensión, podemos buscar repetir o recrear las condiciones internas que nos llevaron a lograr esa capacidad.