Rabia

Publicado por Carlos Bitencourt Almeida 30 de agosto de 2010

Atrás de la palabra rabia se pueden esconder muchos motivos. Autodefensa o el deseo de obligar a alguien a obedecer mis deseos. Impulso destructivo delante de la frustración de mi deseo. Placer en causar sufrimiento. Autoafirmación vanidosa, deseo de competir y vencer. Necesidad saludable de autoexpresión. Impulso de venganza. Sentimiento de indignación frente a una injusticia cometida contra la propia persona o contra otros. Impulso pedagógico que tiene por objetivo educar, enseñar y corregir a alguien que amamos. Autodesprecio o autoagresión.

La calidad ética de la rabia está determinada por el motivo. Mi rabia puede ser mezquina, egoísta, sádica, infantil, o entonces noble, amorosa, una fuerza constructiva y curativa. Sentir rabia es generar en sí una energía, una fuerza de acción. Significa intensidad, poder dinámico.

Todos nosotros necesitamos del lado constructivo de la rabia. Hay muchas situaciones en la vida que exigen una actitud firme, enérgica, determinada, una capacidad de lucha. Aquél que no logra tener firmeza para defenderse podrá pasar la vida siendo usado, explotado o despreciado.

El impulso al egoísmo es muy fuerte en casi todos nosotros. Aún cuando alguien nos agrada mucho, si esta persona no se sabe defender y no manifiesta sus deseos, probablemente será atropellada con frecuencia. O sea, la persona que tiene dificultad en ser firme, podrá ser usada y maltratada no sólo por aquellos que no la conocen ni se interesan en ella, sino también por aquellos a quien ella sí agrada. No siempre es fácil adivinar lo que las personas sienten en consecuencia de lo que hablamos o hacemos. Si la persona no se revela y no exige atención ni respeto, podemos maltratarla sin percibir.

En las relaciones íntimas como el matrimonio, vida en familia y en relaciones de trabajo, muchas veces no basta que el otro conozca mi deseo y necesidad. Es necesario reafirmarlo con frecuencia. Quien no se impone, no se muestra, y tiende a quedar olvidado. Dada la abundancia del egoísmo que existe en nosotros, las personas que amamos necesitan hacernos la gentileza de denunciarlo, si no, atropellamos.

Si por un lado la ausencia de actitud enérgica y firme envenena nuestra vida, por otro lado, es indispensable saber conciliar rabia y razón, rabia y autocontrol. La rabia justa debe estar fundamentada en el derecho legítimo, en el afecto genuino, en un objetivo constructivo. Si la rabia en nosotros va más allá de un cierto límite ella enceguece. Aún si la rabia fuera justa, es necesario tener vigilancia. No ofender, no vengarse, no decir aquello que es mentiroso. Si ya una rabia justa genera una conducta anti-ética, ella perdió el rumbo. Nos igualamos a aquél que estamos combatiendo. Rabia justa no es impulsividad, es fuerza vibrante e intensa aplicada sólo en la medida necesaria.

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