Coqueteos, Beth ya recibió muchos. Sin embargo, nunca fue tan directo como el que esta vez, Dario, el patrón de su marido, le dio ese domingo.
Aunque se mostró ofendida con esa actitud, ella sabía bien que era sólo de la boca para fuera, pues en su intimidad estaba loca de ganas anales. ¿Qué mujer en la región de Paratiba no desearía ir para la cama con Dario, el rey del frijol? Ella definitivamente no desperdiciaría esa oportunidad. Para su admiración, lo que más le llamó la atención fue la forma directa en que Dario la abordó.
No es que Beth no fuese romántica. Era demasiado romántica. Sin embargo el hecho de que Dario la abordara como si fuese su dueño la dejó entusiasmada. “Por la forma en que me habló”, meditó, “él sabe conquistar”. Y adoro a los hombres que conquistan bien”, completó. “¿Sabes qué?”, dijo para sí misma mientras memorizaba la dirección que él le entregó, “una oportunidad así es única en la vida y no la puedo perder. Sólo debo tener cuidado porque estoy en mi período fértil”, concluyó.
Esa misma noche, a las 8h25min, ella paró al frente de la casa de Dario. Hesitó un poco durante algunos minutos, pero terminó tomando coraje y tocando el timbre.
“¿Quién es?”, preguntó él.
“Pensé que me estaba esperando”, respondió ella.
“Tenía la duda si ibas a aceptar mi invitación”.
“¿No va a abrir? ¿O está queriendo que me exponga a que todos me vean tocando su puerta en plena noche de domingo?, preguntó.
“Claro que no. Entre, por favor”, respondió y luego abrió la puerta.
“Esto es una locura”, dijo Beth. “Usted es el patrón de mi marido. ¿Por qué yo?”
“Porque es un desperdicio que una mujer tan bonita esté casada con un peón. Te puedo dar una vida de top model a mi lado. Sólo depende de ti”, insinuó Dario. “Ven conmigo”, completó, mientras caminaba hacia el comedor.
Aquella noche, Dario y Beth se amaron y continuaron encontrándose durante otras noches subsecuentes, como si fuesen casados. Y cuando se aproximó el día para la llegada de Uriel, Dario habló con Bruno, contador y administrador de sus bienes, y le dio una orden simple y directa: “Quiero a Uriel fuera por quince o veinte días más; de preferencia un mes. Busca la forma de mantener a ese peón lejos de Paratiba. Pero cuida de que él no desconfíe de nada, ¿bueno?”
“No me va a decir que usted y Beth…”
“Bruno, esa mujer es muy agradable, no me resistí. Nunca vi a nadie igual. Fue hasta mi casa y aún así me intentó esquivar. Cosas de mujeres, pensé, y estaba en lo correcto. Al principio se quiso hacer la difícil pero después cayó en mis brazos. Esos ojos, los labios, el cuerpo, la forma en que ella hace el amor. Beth no es de este mundo, amigo mío. Por eso quiero que me ayudes. Mantén al marido lejos por unos días más. Consigue otros rodeos para que él participe. Quiero disfrutar esta luna de miel sin perturbaciones.”
“Todo bien, eso no es difícil. Déjelo conmigo. Pero tenga cuidado”.
Durante ese período Beth prácticamente se mudó a la casa de Dario. Pasados unos días, ella comenzó a entristecerse. Ya no sonreía tanto. A veces él llegaba y la encontraba con los ojos llorosos. Cuando Dario percibió su tristeza, indagó:
“¿Qué te pasa?”
“Mi menstruación se atrasó. Hice un test de farmacia. No confiando en el resultado hoy estuve en el laboratorio Santa Clara. El resultado está ahí. Véalo usted mismo”.
Cuando él miró, vio el resultado escrito en versalita: POSITIVO.
(CONTINÚA…)