Es frecuente oír el comentario: “Este año está pasando muy rápido”. Todos los años tienen la misma duración. El reloj no se apura. Cuando durante una semana vivimos muchas emociones fuertes, intensas y profundas, a veces tenemos la impresión de que pasaron treinta días. Lo que nos da la impresión de que el tiempo pasa rápido o lento es la intensidad de lo que vivimos, cuán poblado queda nuestro interior por lo que fue vivido. Cuando tenemos la impresión de que el tiempo está pasando demasiado rápido es porque la vida está dejando pocas marcas en nosotros. Podemos tener una vida monótona y repetitiva. Todos los días se parecen mucho, los fines de semana también son semejantes entre sí. Después, cuando miramos para atrás, seis meses son como una única semana. No aconteció nada significativo, intenso o digno de ser recordado. Cuando hablo de vida monótona y repetitiva, no quiero decir necesariamente vida vacía u ociosa. Mi vida puede ser intensamente ocupada, mil quehaceres todos los días, tener mucho contacto con personas, muchas actividades diferentes. Aún así, ella puede ser monótona y repetitiva.
Podemos preguntarnos: ¿me gusta la vida que tengo? ¿Tengo muchas alegrías para recordar? ¿Tuve muchos encuentros ricos y profundos con las personas que amo y admiro? ¿Fui capaz de aprender con los sufrimientos y dificultades que encontré en mi camino? ¿Siento que he crecido en comprensión, habilidad para actuar y relacionar, en capacidad de ser feliz y de amar? ¿Si mi vida fuese a terminar hoy, cuál sería el saldo? ¿Puedo mirar para atrás y decir: valió la pena, soy hoy un ser humano mejor, más sabio, más fuerte de que cuando era más joven?
Yo sé que son preguntas incómodas y tal vez dolorosas para muchos de nosotros. Pero son indispensables para aquellos que no quieren un día mirar para atrás y decir: ¿Para qué viví? ¿Qué hice con mi vida?
Un día, aquellos que son jóvenes o están en con edad mediana tendrán setenta u ochenta años. Es una edad en que el cuerpo es mucho más frágil, tenemos menos capacidad de acción y locomoción, menos energía. Podremos estar obligados a una vida con pocos estímulos exteriores. Entonces, hará una enorme diferencia el pasado que esté dentro de nosotros. Será nuestro tesoro o nuestro baúl vacío.
Si cultivamos nuestra vida interior mientras somos adultos, nuestra capacidad de pensar y sentir en profundidad, la capacidad de extraer frutos positivos incluso de las experiencias dolorosas, entonces el tiempo no habrá pasado tan deprisa. Podremos mirar para dentro y ver el jardín que construimos. Podremos continuar aprendiendo, estudiando, reviviendo los momentos intensos, la alegría de haber amado y de amar. Nuestra vida será nuestro libro, nuestra música y el alimento para el espíritu.