Lo que somos se revela y se irradia en lo que pensamos, en lo que sentimos y en nuestros actos. Al actuar concretizamos, creamos extensiones nuestras, espejos nuestros que se diseminan por el mundo. Si hago una comida, construyo un muro, organizo un estante, expreso parte de lo que soy en el mundo exterior. Existe otro modo más sutil de ser creador que es la palabra, el habla. Cuando me comunico creo algo que de alguna u otra forma se imprime en quien me oye, se eterniza en él por la memoria, por el efecto intelectual o emocional. De la misma forma que mis actos son una materialización corporal de mi yo esparramadas por el mundo, por el habla también me vuelvo un ser encarnado dentro de otros seres humanos. Cuando hablo siento placer, dolor, tedio, rabia, miedo o alegría. Esta es la primera cara de lo que yo soy. Por otro lado, quien me oye se alegra, se lamenta, crece o sufre, es ayudado, entretenido o perjudicado como resultado de lo que le digo. Esta es la otra cara de lo que yo soy.
Soy quien actúa, habla y se expresa. Y soy también el efecto de mis actos y palabras que se eterniza dentro de cada ser humano con el cual me relaciono. Es importante acordarnos que aquello que cada ser humano siembra dentro de nosotros a través de sus actos o palabras dura para siempre. Lo que oímos de nuestros padres, hermanos, profesores, amigos, novios, patrones o hijos, principalmente en momentos de emoción intensa, lo cargamos para toda la vida. Son fuerzas vivas dentro de nosotros que nos ayudan, calman, esclarecen, consuelan, o entonces nos envenenan, enfurecen, hieren o debilitan.
Dentro de cada ser humano con quien me relacioné me encuentro a mí mismo. En el efecto de mis actos y palabras, en él estoy yo. En este efecto tengo mi espejo, aquello que revela mi yo, lo que también soy. El dolor que le causé a alguien es parte de mí, al igual que el placer que sentí al herirlo. Es parte de mi yo la alegría que sembré dentro de alguien, tanto como el acto o palabra que fue origen de esa alegría.
Nos entrelazamos todo el tiempo con las personas con las cuales nos relacionamos. Mi camino futuro en la vida está ligado a cada ser humano que recibió a mi yo dentro de sí, en el cual sembré alegría o sufrimiento. Vivo en él y él vive en mí. Amigos o enemigos, estamos unidos. Aunque no nos veamos durante décadas, yo vivo en él y en mí. Soy responsable por lo que allí sembré.