Obstáculos al Crecimiento Interior – parte 1

Publicado por Carlos Bitencourt Almeida 16 de mayo de 2011

Crecer es salir de sí y dirigirse hacia algo más, algo que todavía no existe, o entonces es proseguir algo que ya comenzamos y queremos completar, ampliar y enriquecer. A lo largo de nuestra vida nos colocamos metas, objetivos, y en el centro de ellos esta nuestro yo. La pregunta central en este tema es: “¿Qué tipo de persona me gustaría ser y qué hago para caminar en esa dirección?”. O sea, ¿cuál es mi ideal, qué cualidades creo que tengo que poseer para sentirme mejor y más feliz?

Los objetivos de las personas varían, el ideal de uno puede ser diferente del de otro, pero de una forma u otra cada uno de nosotros imagina que podría, o le gustaría, ser mejor en diferentes áreas. Tener un ideal es entonces algo bien general, algo a lo que todos aspiramos.

Puede acontecer que todos los detalles de nuestra propia imagen idealizada no sean claros para nosotros. Pero aun aquello que no es consciente está presente, actúa y nos impulsa. Para que percibamos plenamente nuestro propio ideal tenemos que conocernos bien.

Muchas veces creemos que nos conocemos por el hecho de que logramos describirnos: me gusta tal cosa y no me gustan esas otras cosas. Creo que está correcto quien actúa así y equivocado quien tiene otra actitud. Sin embargo, este tipo de auto-descripción es sólo un comienzo. Nosotros profundizamos sólo cuando sabemos por qué me gusta y por qué detesto.  ¿Será que a mí me gusta algo porque a todo el mundo le gusta, o porqué mi padre me enseñó que eso es bueno, o porque mi religión enseña que eso es bueno? Son preguntas de este tipo las que poco a poco pueden llevarnos desde la auto-descripción hacia la auto-comprensión. Conocer las causas de nuestras actitudes, de nuestras simpatías y antipatías. Para esto es necesario observarse con atención y tener el coraje para hacer descubrimientos, para enfrentar la verdad al respecto de algo muy íntimo en nosotros.

Aparentemente tener un ideal es bueno, algo que nos impulsa, nos da un objetivo y sentido a nuestra vida. Sin embargo, nuestra actitud en frente de nuestros ideales puede ser enfermiza, y buscar ese ideal se vuelve un calvario, un esfuerzo amargo y destructivo. Mira Alfassa dijo: “¿Por qué tensionarse y enrigidecerse para realizar tu concepto de verdad? Sé más flexible, más confiado. Atormentarse por actuar correctamente produce resultados tan malos como una mala voluntad”. Muchas veces el ideal que tenemos se torna nuestro propio verdugo. La persona tiene un ideal de perfección y pasa a castigarse interiormente, a auto-despreciarse, a odiarse a sí misma por no conseguir realizar ese ideal. En este proceso existe una división dentro de nosotros mismos: una parte nuestra se identifica con el ideal – se siente pura, noble, fuerte – pero azota el resto de nuestro ser por no vivir a la altura de este ideal.

Este auto-desprecio puede muchas veces ser fruto de las actitudes de otras personas en relación a nosotros. La persona puede haber tenido un padre o una madre que criticaba mucho, que sólo veía los defectos, que siempre la castigaba cuando las cosas no eran hechas de la forma como esta persona quería. En la infancia somos seres humanos frágiles y sensibles, por lo que un padre o una madre que tenga esa actitud durante años puede dejar una marca profunda, una cicatriz dolorosa. Cuando somos adultos pasamos a criticarnos de la misma forma en que fuimos criticados. El padre o la madre se tornan internos sin que lo sepamos, o a veces sabiéndolo. Entonces, somos adultos inseguros, sin auto-estima en varias áreas de nuestra vida, practicamos el auto-desprecio, nos culpamos por eventos sobre los cuales no tenemos la menor responsabilidad. (Continua)

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