Promiscuidad Femenina

Publicado por Carlos Bitencourt Almeida 27 de mayo de 2011

Yo todavía no he conocido en la intimidad a una mujer que verdaderamente no esté en la búsqueda de un compañero fijo. Ni entre mis clientes, entre mis amigas o amigas de mis amigas. Tengo treinta años de profesión y la mayor parte de la clientela de los psicólogos son mujeres. Conozco mujeres que renunciaron a encontrar un compañero, principalmente mujeres de mediana edad que tienen más dificultades para despertar un interés duradero en los hombres.

A veces observo en mujeres que tienen independencia financiera la falta de deseo de casarse y vivir juntos, pero quieren un enamorado fijo. Noto que las mujeres se tornaron más liberales para tener relaciones fuera de la relación principal, manteniendo el secreto de ese hecho. Existen mujeres que a veces invierten en 2 o 3 compañeros al mismo tiempo con el objetivo de “investigar” y así buscar la mejor opción. Son situaciones con plazo limitado. Las mujeres de hoy están más libres para estas conductas, las que antiguamente generarían un pésimo estigma sobre ellas. Pero todavía no conocí a una mujer que se enorgullezca de tener enamorados simultáneos por largos períodos de tiempo. Conocí mujeres promiscuas amargadas por no lograr sentirse realmente amadas por alguien. Se sienten usadas, “un pedazo de carne”, como ya oí una vez. La alegría en la promiscuidad aún me parece un fenómeno típicamente masculino.

Leí recientemente el libro “Diario de Marise” de Vanessa de Oliveira. Fue prostituta durante casi cinco años entre los 25 y 30 años de edad. Mujer inteligente, estudió enfermería mientras era prostituta. En el inicio del proceso tenía orgasmos con frecuencia con sus clientes. Con el tiempo fue quedando exhausta de aquella vida y perdiendo la capacidad de sentir placer. Atendía de 5 a 8 personas por día y llegó a ganar de 10 a 15 mil reales por mes. Al final del libro afirma: “Cambiaría los cinco mil hombres que atendí por un único a quien yo ame y me ame”.

Otro ejemplo interesante es el de Anais Nin, que fue muy promiscua en la juventud, tenía compañeros fijos y otros “satélites”. Habla de los hechos con mucha liberalidad y publicó la mayor parte de los diarios que escribió durante su vida. En el final de su vida reafirma la necesidad femenina de amar y ser amada por un único hombre – sexualmente hablando. Escribió un romance de fondo autobiográfico que fue publicado en portugués que habla de esa vida promiscua y de la tristeza que al fin descubre dentro de sí: “Una espía en la Casa del Amor”.

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