El título no es nada original. Y la logística reversa también es algo antiguo. Aún debe haber alguien que se acuerde de los tiempos que había que llevar el envase, la botella vacía para comprar la leche, la cerveza o la bebida gaseosa. La logística reversa es el área de la logística que trata genéricamente del flujo físico de productos, embalajes u otros materiales, inversamente, desde el punto de consumo hasta el local de origen.
El objetivo de la Ley Federal 12.305, que está reglamentando este asunto en Brasil, es tornar accesible y práctico el retorno de los materiales diseminados incesante e insensatamente por el país, así como en el mundo entero, para que sean reciclados y reaprovechados, evitando la producción de basura y contaminación.
El principio lógico es que el productor del embalaje debe ser responsabilizado por su reciclaje. Si es necesario, quien esparce embalajes y productos por todas partes deberá recoger sus restos de vuelta. Eso ciertamente los obligará a producir embalajes más fáciles de ser reciclados.
Las grandes empresas perfeccionaron las formas de llevar sus productos a todos los rincones del mundo a partir de sus fábricas y puntos de distribución. Y usan un concepto moderno para rotular ese complejo proceso: LOGÍSTICA OPERACIONAL.
Es cierto que hoy en lugares remotos como la Reserva Indígena Iuaratê, Amazônia, en Taoudeni, Sahara, en Sunzhenskiy, Cáucaso, o en los márgenes del Río Citarum, en la isla de Java, próxima a Jakarta, capital de Indonesia, que aparece en la foto de arriba, en el más recóndito bar al margen de un camino de tierra, puedes tomar una de esas bebidas “universales”, o comprar una batería de radio, y allí mismo descartar el embalaje vacío o el producto, contaminando el ambiente.
Las grandes distribuidoras llevan sus embalajes de plástico, vidrio o metal mezclados con papel y otros materiales, lo que por el hecho de no haber retorno, les posibilita cobrar un precio irrisorio. No gastan siquiera un centavo con la recolección de embalajes.
El pobre indio, indio, beduino, campesino o barquero, ingenuamente y sin alternativas para matar la sed y hasta para engañar el hambre, queda obligado a recibir embalajes que llevarán años juntando larvas de mosquito, suciedad y putrefacción por los campos y nacientes otrora cristalinas y saludables.
Y todo parece ser así mismo. ¿Qué se tiene que hacer? Algunos, más simplones, llegarán a decir que eso es progreso. Los residuos dejados por el consumo de líquidos y sólidos traídos tan bien acondicionados por los camiones de entrega ensucian el mundo. El capitalista voraz no siente piedad, y en el futuro… ¡estaremos todos muertos! Para los ejecutivos de esas empresas globales lo que importa es el resultado financiero, el lucro inmediato. Una única empresa embaladora de uno de esos jarabes vale, sólo por la marca, unos cincuenta millones de dólares.
Durante décadas el poder público gastó mucho dinero para limpiar una pequeña parte de esos residuos, y más recientemente, para sensibilizar e involucrar a la población en una nueva actitud y comportamiento que llamó “recolección selectiva”. El poder público destina también recursos para identificar y apoyar a millones de personas que viven del trabajo de recoger una ínfima parte de los materiales reciclables, pero sus ganancias son también ínfimas, lo que no les permite una vida mínimamente digna. Generalmente son gente que vive en la calle en las grandes ciudades, o personas que viven en casuchas en el entorno de pequeñas ciudades. Esos trabajadores de a poco se unen para recolectar, separar y comercializar los materiales reciclables por los precios que les impone el mercado competitivo.
Hoy, una buena parte de la población ya tiene consciencia de que los materiales reciclables deben retornar a la cadena productiva. Pero también se sabe que es caro, trabajoso y complejo ejecutar este retorno.
Millones de recolectores de los grandes centros se organizan con mucho costo y esfuerzos en cooperativas y asociaciones para recoger y/o sólo separar lo que pueden de esa enorme cantidad de materiales descartados. Las municipalidades invierten sumas considerables en esa recolección especial. Algunas grandes ciudades, como Belo Horizonte, colocan camiones – una vez por semana- para recoger puerta a puerta los materiales reciclables. La mayoría son botellas PET, sigla de politereftalato de etileno, plásticos en general, papel y vidrio. La práctica y consecuente legislación muestras que los fabricantes e intermediarios de esos productos deben cubrir los gastos de recolección de esos tantos materiales reciclables esparcidos por el planeta.
La Secretaría de Planeamiento de la Municipalidad de Belo Horizonte firmó un acuerdo con sus abastecedores de lámparas fluorescentes para que los mismos recojan las lámparas usadas. Simple, ¿no? Basta que los órganos públicos y las grandes empresas firmen ese acuerdo y uno de los más serios problemas, que es este de las lámparas, estará resuelto.
Mucho más simple que elaborar complicados planeamientos estratégicos, tácticos y operacionales, es aprovechar esa idea simple de recolectar semanalmente esos materiales, entregarlos a los “recolectores”, para que ellos, después de seleccionarlos y hacerlos fardos, puedan recibir un pago digno por el servicio prestado.
Algunas empresas, que hasta hace poco negaban sus responsabilidades, ya anticipan las obligaciones de recoger sus embalajes y hasta apoyan a los trabajadores que recolectan los materiales reciclables. Y lo hacen con gran alarde en los medios de comunicación, generando un marketing espontáneo y barato, teniendo en cuenta los billones que invierten en campañas publicitarias. Este es el caso de la Coca Cola, en asociación con los trabajadores de la cooperativa de los recolectores de Gramacho, municipio de Duque de Caixas, en la foto de abajo, en Rio de Janeiro, divulgado exhaustivamente en los medios.
Iniciativas puntuales indican que éste puede ser el camino más fácil: apoyar financieramente o contratar los servicios de las cooperativas ya existentes para recoger todo lo que es diseminado por el mundo por grandes grupos de productores, embaladores y distribuidores.
Las cooperativas de recolectores y seleccionadores se organizan cada día mejor. Ahora llegó la hora de que las grandes empresas se integren al sistema, financien la recolección y amplíen las formas y procedimientos para realizar el camino de vuelta de los materiales: la LOGÍSTICA REVERSA.
Y las empresas que salgan al frente pueden ganar incluso más dinero con el aumento de las ventas y la conquista de la simpatía de la población. Como decía San Francisco de Asís: “Es dando que se recibe”.