El Apartheid Arraigado en la Clase Media

Publicado por Lucas Moreira Campos 8 de noviembre de 2011

Después de la ocupación colonial en las Américas, la población brasileña pasó a ser formada por colonizadores europeos, pueblos indígenas que ya habitaban el territorio y por esclavos traídos de África por los colonizadores. Todo esto hizo del mestizaje un factor importante en Brasil, tanto social como culturalmente. Tales fenómenos también tuvieron como consecuencia un ícono muy importante en Brasil que es la estratificación social.

Es posible ilustrar esto en el período colonial, más evidentemente en el ciclo de la caña de azúcar. En esta época Brasil tenía una pequeña clase aristócrata, los señores de ingenio, una porción importante de trabajadores libres, algunos de ellos capataces y capitanes de campo, cuya misión era capturar a los esclavos fugitivos, subalternos a los primeros. Desde entonces es posible detectar la existencia de una clase media, y de una forma superficial, esta estructura aún ilustra bien a la sociedad brasileña actual.

Desde el período colonial hasta hoy, Brasil evolucionó debido a la independencia política, la abolición de la esclavitud, proclamación de la república, industrialización y urbanización. Este proceso alteró los hábitos de la sociedad brasileña, pero no su estructura básica.

El papel de la clase media permanece, sirviendo e imitando los hábitos de las clases que tienen el poder. Es verdad que, aun siendo una clase en que predominan los asalariados, hace grandes exigencias en servicios públicos, principalmente de educación y salud. Actualmente existe el fenómeno de la nueva clase media, la antigua clase “C”, que tuvo una gran afluencia en los últimos años.

Esta clase media convencional, aun no estando directamente ligada al poder económico, tiene un poder de decisión política significativo. En la historia reciente de Brasil encontramos varios ejemplos de eso.

Comenzando por el golpe militar de 1964 que tuvo un apoyo fundamental de la clase media. Así como en Chile y Argentina, el Brasil del presidente João Goulart pretendía implantar reformas para atenuar las históricas distorsiones sociales. La clase media fue a las calles a protestar contra la “subversión” del orden y de los valores, escudada en argumentos religiosos, pero en el fondo era un miedo de perder su espacio ante las camadas populares ascendentes, de la misma forma que ocurre ahora en el año 2011.

Mientras los militares trajeron alguna prosperidad a Brasil, la gran mayoría de esta clase estuvo connivente con el régimen y aprovechó para sobrevivir con algunos vueltos, aprovechando las ventajas del clientelismo practicado en ese entonces. Cuántas personas de este segmento no aprovecharon la falta de regulación del Estado para efectivarse en órganos públicos sin ningún requisito? La clase media pasó a oponerse al régimen militar a partir del agotamiento de su modelo económico.

La dictadura mantuvo a la mayor parte de la clase media embriagada con el milagro económico, causado por políticas de aprieto salarial de las camadas populares y por los medios de comunicación creados o incentivados por el régimen, como el grupo Abril a través de la revista Veja, la Red Globo de Televisión y el periódico Folha de São Paulo. En el inicio de los años ochenta la población brasileña pasó a sentir en la piel el desempleo y la pérdida del poder de compra. Todo esto motivó a la clase media a desencadenar el movimiento Diretas-Já, que representó el golpe de misericordia en los militares.

En un período posterior a este, la clase media se movió de forma totalmente manipulada por los medios de comunicación para elegir a Collor y después jubilarlo. Después de Collor el show político se degeneró hasta convertirse en un circo y la inflación alcanzó un 2.000% al año, lo que nuevamente afectó el consumo de la clase media, motivándola a pintarse la cara y derribar a Collor.

Con el impeachment de Collor y la asunción de Itamar Franco, Brasil enfrentaba el desafío de controlar la inflación. Itamar nombró al senador, que era suplente, Fernando Henrique Cardoso, FHC, como Ministro de Hacienda para implantar el Plano Real. El plan sirvió como medida paliativa para la economía, pero cualquier persona consciente sabría que algunas de las medidas adoptadas, como el cambio fijo, podría haber generado consecuencias catastróficas, como ocurrió en Argentina el 2001.

La clase media tuvo su luna de miel con FHC en su primer gobierno. Con el Real valorizado esa clase social pensó que podría vivir como los europeos y norteamericanos, pasando sus vacaciones en Disneylandia y comprar coches importados, algo que nunca habían experimentado. Mientras tanto el desempleo y la pobreza crecían, aunque camuflados con la complicidad de los medios. Así, en 1998 FHC fue elegido con facilidad en primera instancia. No obstante, durante el primer año del segundo gobierno, el carruaje de la clase media se convirtió en calabaza, el cambio quedó insostenible y Brasil fue a parar en los brazos del FMI. Con un modelo semejante al de Argentina, pasó por una grave crisis económica algunos años después.

Las frustraciones políticas de la clase media fueron reveladas en los ocho años de gobierno de Lula, aunque sin el poder de influenciar a las camadas populares e interferir en las elecciones. Cuando se frecuenta redes sociales o debates promovidos en internet se percibe que la herida central de este fenómeno es la política que introdujo a más de treinta millones de personas en el mercado de bienes de consumo durables, lo que llevó al gobierno de Lula a tener un 87% de aprobación, el mayor registrado en la historia de Brasil, y también a la elección de Dilma.

Para la clase media la miseria y la desigualdad social son una diferencia natural como el día y la noche. Recuerdo a Karl Marx, quien decía que “respecto a esto es irrelevante el hecho de si se trata de necesidades del estómago o de la fantasía”. Ella es indiferente al hecho de que las personas que siempre vivieron por debajo de la línea de la pobreza están trabajando, comiendo y viviendo mejor, al contrario, reclama por los salarios de quien trabaja por día, de empleados domésticos, de obreros, de los bomberos. Es común ver personas de esta clase reclamando porque encuentran que pagan muchos impuestos, pero nunca se detienen a pensar sobre todo lo que el gobierno gastó para mantener a algún miembro de su familia en la universidad gratuitamente.

Hace ocho años se pagaba 7,00 Reales diarios a una auxiliar de limpieza en Belo Horizonte y 50,00 por mes en el interior de Minas Gerais, para no ir muy lejos. Una de sus actitudes más comunes es criticar el Programa Bolsa Familia, alegando que hoy ya no se encuentra mano de obra. Mientras el primer mundo está en profunda recesión, Brasil y los socios de América del Sur están en Pleno Empleo, nuestra clase media finge no percibir que es beneficiada por esta prosperidad.

Mientras esta clase social tenga condiciones de matricular a sus hijos en escuelas particulares, pagar un plan de previsión médica privado o adquirir un automóvil nuevo, no se  movilizará para reivindicar una escuela, una salud pública o un transporte público de calidad, pues para la clase media estos servicios públicos son considerados de clase “C”. En el imaginario de esa clase media esta segregación es importante, un apartheid económico, social y racial que muestra que el sistema social actual no es muy diferente al del Brasil colonial.

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