Todos lo sabemos vía Guimarães Rosa, y esto ya se transformó en un refrán: Minas son muchas. Pero lo que las personas no explicitan es de qué Minas están hablando cuando se refieren a uno de nuestros mayores escritores.
Realmente, si Minas son multi-varias, multi-vastas son las formaciones y manifestaciones culturales de este Estado. Porque Minas, a veces, parece permanecer en su estado mineral, inerte, empedernido, como haciendo justicia al origen de su nombre. Otra, la esencial, es intocable, como corresponde a un mapa sagrado. Minas es lo que se ve y oye. Lo que se siente con el corazón y la mente abiertos.
Menos mal, porque parece que dentro y fuera de las burocráticas estructuras creadas durante más de trescientos años de historia para “administrar la cultura de Minas”, pulsa una infinidad de voces, populares y otras no tanto, pero todas en busca de espacio y expresión en sus comunidades. Claro, hoy gracias a Internet, en las imponderables geografías del mundo.
Véase por ejemplo las elecciones para escoger a los miembros que compondrán el Consejo Estatal de Cultura cuya votación, claro, ocurrió bien lejos, en la suntuosa y oscura Ciudad Administrativa una semana antes de las conmemoraciones de la Inconfidencia Mineira. No voy a entrar en el mérito del proceso, por el simple hecho de que por razones irrelevantes, no lo acompañé de cerca. No puedo afirmar con certeza si ese proceso fue democrático o burocrático. Legítimo o ilegitimado por luchas de poder, por ser sólo una forma más de mantener la cultura de Minas donde siempre estuvo. Debajo de las alas, en las manos de pocos, los mismos. De los que, no sé por qué diablos, se auto elogian y se eligen como dueños de todo lo que se refiere a las cosas de Minas.
Hablando de agua, Minas puede ser considerado el sertón de las aguas, mayor riqueza juntamente con su cultura, que todo los minerales explotados y amontonados al otro lado del planeta. Mineral negociado y comprometido a través de contratos que duran cerca de doscientos años. En verdad, Minas ya nació vendida, ultrajada, escavada, a pesar del orgullo minero y de las opiniones contrarias.
No soy pesimista, hasta soy demasiado soñador. Conozco bien las infinitas geografías de Minas. Sus entrañas y extrañas minerías. Su forma y su falta de modales para con los intereses del pueblo. Por dentro y por fuera de la máquina gestora. Pero a veces un espíritu sombrío, de esos que llegan en la penumbra de las salas de espera y de los gabinetes, se apoderan de mí y me pongo a cavilar. ¿Será que la profecía de Drummond está cumpliéndose al pie de la letra? ¿No hay más Minas? Por lo menos no hay más Pico do Cauê. No hay más Serra do Curral. Las montañas de Conceição do Mato Dentro, en un futuro próximo no existirán más. El Río São Francisco, en la parte que corre por las venas de Minas, como todos sus afluentes, está franciscanamente debilitado y pobre. Corre el riesgo de dejar de existir. Incluso las pedreras de reservas calcáreas de Arcos son sistemáticamente contrabandeadas en el lomo del tren de hierro. Por eso me pregunto: ¿Hay libertad democrática en Minas? O simplemente democracia formal. Libertad sólo para motivo de desfiles y discursos en Ouro Preto el día 21 de abril.
Con relación al Consejo, que si fuese bueno nadie daría, sólo espero que las personas electas busquen conocer con el corazón y sensibilidad, con ojos libres de vanidad, de ganancia, de preconceptos y sin competición, toda la riqueza cultural de este territorio. Espero que vean más allá de la Plaza da Liberdade, de los juegos de poder de la Ciudad Administrativa, del Palacio da Liberdade, del Palacio das Artes, de los aires de moda, de las academias y de otros palacetes de la cultura “mineira”. Es en el sertón de la voz, de la palabra no domesticada, de la música natural de las aguas, en las pequeñas ciudades y comunidades rurales que florece la mayor riqueza.
A pesar del laburo y de la vida sencilla que llevan. No estoy descartando ni desvalorizando con eso lo que se hace y se produce con autenticidad y calidad aquí en la capital, en todas las áreas del arte y de la cultura. La cuestión es que existe mucho más que eso en Minas y con igual fuerza e importancia. Y no me venga a decir que por el hecho de ser rural, de ser del interior, de ser artesanal, es conservadora o no integrada de lo que antiguamente se llamaba vanguardia, cosa que ya no existe más y que algunos porfían en defender. De la misma forma que defienden en voraces campañas electorales su rebanada fatal en el ya desgastado latifundio cultural mineiro, vía Leyes de Incentivo. Dicho sea de paso, después de la creación de las Leyes de Incentivo y del célebre Marketing Cultural, descubierto por las grandes empresas, los artistas, en su mayoría, se convirtieron en productores y se tornaron enemigos comunes. Hoy, raramente se ve colaboración entre grupos de artistas, a no ser que esté mediada por un buen caché, vía incentivo. Ni me refiero a los lobbies y las inevitables negociaciones para garantizar la captación de los proyectos aprobados.
Lo peor es que después de ese expediente legal, las obras producidas ya nacen estigmatizadas y condicionadas por la política cultural, creada por el departamento de marketing de la empresa patrocinadora. O sea, quien no concuerde o se adecue a esa política, estará automáticamente fuera del proceso. Con rarísimas excepciones son producciones de entretenimiento, desideologizadas, descomprometidas con la vida misma de la sociedad, con sus sueños y contradicciones.
Pues bien, quisiera que Minas valorizase y defendiese, de hecho, sus aguas y sus culturas. Ni necesitaría destruir sus montañas para obtener recursos. En el futuro, y prácticamente ya es una realidad, el agua y la cultura valdrán más que el polvo de oro. Vean, ¡Oh! ¿Quién lo diría? Minas sin minerales. Mineral sin montañas. Quién no se acuerda del bello poema Tristes Horizontes, publicado en el mayor periódico de los mineiros en la década de los 80. Minas sin agua y sin cultura.
Minas sin alma. Sin futuro. Minas sin aura. Sin pena ni gloria. Adiós Minas de tantas caminantes, Marílias sin Dirceu. Minas abandonada a su propia suerte.
¿Y los Gerais? ¡Ah, los Gerais! Mire y vea, el Señor sabe de saber más profundo, ¡imagine! Los Gerais descansan, declinan, decantan, desaparecen, cantan en campos y cerrados mucho más allá de Minas. Mucho más que muchos. De la parte de los hombres de sangre en los ojos. De los que me gusta tanto más saber de mirar en el rostro. y si no es así, ¡pues que así sea!
“Pero, de la parte del poniente, algún viento suspendía y llevaba rabos-de-galo, como si con ellos fuesen hacer un blanco nido, muy lejos, yermo de los Gerais, en los márgenes de las matas oscuras y aguas todas del Urucúia, y en ese cielo agreste azul-verde, que en poco tiempo principiaba a tomar rajas hecho de hierro caliente y sangres. Digo, porque hasta hoy tengo todo eso del momento bosquejado en mí, como la mente vigila detrás de los ojos”. Pero todo, sin embargo, de todo es parte. Único verso de agua y sol, de hierro en el falsable dadivoso tiempo. ¡Diversas Minas en pacto, artes del Universo!