Tío Pedro, un Tipo Popular

Publicado por Sebastião Verly 30 de agosto de 2012

Pompéu, mi pequeña ciudad tuvo siempre uno o más personas evidentemente populares. Tal vez sean parecidos a los bufones de la Edad Media en el papel de hacer reír, pero en realidad muchos de ellos a pesar de no haber estudiado, eran respetados por su sabiduría.

No se pueden contar con las manos, fueron muchos los más conocidos. Algunos interactivos como Coreba y otros solitarios y desconocidos como Cardinador. Me gustaría escribir sobre esos sabios populares.

Hoy quiero hablar de mi querido tío Pedro, con quien tuve pocos contactos cuando era bien niño, creo que yo tenía unos seis o siete años. Pero mi madre, que era su cuñada, adoraba contar sus historias.

El tío Pedro era sastre de profesión, pero quien mantenía la casa era su mujer, la tía Bernardina, que preparaba el mejor pastel del mundo. Nunca comí nada igual.

Como sastre, se esperaba que el tío Pedro anduviera mejor vestido. Pero el dicho popular “En casa de herrero cuchillo de palo” se aplicaba muy bien en su caso. Siempre estaba con la misma y vieja chaqueta negra. Tenía una cabellera densa, pero raramente peinaba su pelo, lo que le daba un aspecto primitivo.

Consta en la tradición oral del pueblo de aquella ciudad que una tarde él volvía a su casa con un volumen en el bolsillo y pasó cerca de un control policial que el sargento y dos soldados hacían en los bares del centro de la ciudad. En períodos de gobiernos “fuertes” los policiales actuaban con truculencia redoblada. Él entonces en tono serio, habría dicho:

-¡Esta arma que tengo aquí la policía no me la quita!

El sargento quedó intrigado y se dirigió a él de manera ríspida:

-¿Qué arma lleva ahí señor?

Y con una carcajada repitió:

-Arma de matar el hambre. Arma de matar el hambre.

Los soldados y las demás personas presentes en lugar también se rieron.

Otro tipo notorio era “Seo” Jacinto, que después cuando viejo, ganó el sobrenombre “Tiambá Muxiba” (Matorral Piltrafa), que nadie tenía coraje de hablar en su presencia. Los dos se asemejaban mucho en el aspecto rústico y descuidado.

Un día, cuando Tiambá venía caminando por la calle, el tío Pedro apostó con los amigos que estaban reunidos en la puerta de un bar que le llamaría por el sobrenombre, generando una gran expectativa e incredulidad.

Tiambá fue aproximándose y el tío Pedro lo saludó delante de todos:

-¡Buenas tardes, tocayo!

Tiambá respondió al saludo, pero quedó intrigado:

-¿Cómo podemos ser tocayos si yo me llamo Jacinto y tú te llamas Pedro?

Y el tío Pedro con una ironía disimulada contestó:

-Es que ahora me están llamando Tiambá…

No necesito decir que nadie tuvo coraje de reírse.

Una más del tío Pedro con policías militares, en una ocasión en que todo el destacamento de la ciudad había sido substituido. Ellos habían arrestado a un borracho y lo dominaban violentamente, mientras todos los transeúntes paraban para mirar la escena. Entonces, el tío Pedro dentro de su terno negro vociferó:

-Si fuese yo no soportaría todas esas arremetidas…

Unos de los soldados que apretaba y sacudía con fuerza al preso paró y se dirigió de manera prepotente hacia el viejo:

-¿No soportaría, cierto? ¿Y qué es lo que haría?

El tío Pedro tenía la respuesta en la punta de la lengua:

-Yo caía muerto, porque ando muy débil y enfermo…

Y continuó serio mientras los hombres uniformados continuaban su truculento ritual frente a la platea inmovilizada.

banner

Fundação Metro

¡Haga clic aquí!