Para ver mi corazón
el pecho me abrió
y lo tomó – rubro – en sus manos.
Sus ojos reflejaban
la flor pulsante
que llevó a los labios
tiñéndolos de carmín.
De los labios tatuados
bajaron palabras suaves
en un lenguaje
hace mucho olvidado.
Pero las uñas –
las afiladas uñas –
profundo las clavó
entre las fibras burbujeantes.