La fiesta junina es uno de esos dulces recuerdos de mi infancia. En la ciudad de Pompéu, donde viví hasta la adolescencia, aún no existía la danza de cuadrilla, y sólo más tarde se agregaron las ropas de los falsos “caipiras”, las indianas para las muchachas y los pantalones remendados y sombrero de paja rasgado para los muchachos. La fiesta comenzaba temprano permitiendo la presencia de niños y jóvenes que se encantaban con la festividad y encantaban el ambiente con sus presencias. Siempre me fascinó la cuadrilla, danzada por parejas al son del acordeón, por poder dar una bailadita con todas las otras damas, aparte de la mía, claro. El “marcador” anima la danza con comandos en francés, “en arrière”, “en avant”, “tour”, y en portugués, “caminho da roça”, “olha a chuva”, “é mentira”, “vôa andorinha” y “vôa gavião”. Yo la considero una de las fiestas brasileñas más espontáneas y alegres.
El Casamiento en el Campo pasó a ser uno de los eventos principales de las fiestas juninas. La historia del Casamiento en el Campo con todas sus variaciones es siempre la misma; la novia embarazada es obligada por los padres a casarse con el novio que le “hizo mal”. El novio por su parte, tiene otra novia o entonces es padre de otros niños. Por todo esto, no quiere casarse, pero el padre de la joven con la ayuda del delegado lo obliga a enfrentar el matrimonio. Al final, todo sale bien, el casamiento se realiza y todos salen para danzar la cuadrilla. La danza de cuadrilla no es nada más que la conmemoración a través de un matrimonio. En algunas ocasiones los personajes exageraban en el intento de hacerse más chistosos y a veces agregan chistes demasiado picantes para ese tipo de fiesta.
Es la época más fría del año, ideal para hacer fogatas. Allá en el terreno, la fogata se encendía en la noche cuando aún era temprano. Grandes troncos colocados en la base ardían en brasas hasta la madrugada. Había hasta algunos que amenazaban, aunque pocos se arriesgaban de verdad, con saltar la fogata. Era abusar demasiado. Una de las costumbres era colocar papas para asarlas con las brasas encendidas de abajo. Muchas veces, por la mañana, los restos de la fogata aún soltaban humo. Era una fiesta demasiado buena. Y parece que está cada día mejor.
En la cocina, encima del horno o cocina a leña, una o más ollas secaban la leche de la canjica que se iba poniendo más gruesa y más sabrosa. Y mucha gente abusaba. Había canjica para todo el mundo. En un próximo artículo revelaré algunos secretos sobre la preparación de la canjica, y sus variaciones en las regiones nordeste y sudeste de Brasil.
Las muchachas en edad de casarse aprovechaban la ocasión para hacer pedidos y realizar las más variadas creencias. La mayor parte de esas simpatías o creencias contaba con una vasija de agua y brasas de la fogata. Se creía que si se lanzaba una brasa ardiendo al agua de la vasija era posible ver la letra inicial del futuro novio.
Dependiendo de la organización, se realizan muchos juegos durante la fiesta: correo elegante, palo ensebado, carrera de huevo en la cuchara, carrera del saci, carrera de sacos y quiebra pote, entre otros tantos.
Para completar, corría una gran vasija de quentão, bebida caliente, como el nombre lo indica, hecha con cachaza, canela, clavo de olor, jengibre y una pizca de azúcar. Muy gustoso y animador, pero es peligroso por poner a cada uno demasiado tonto.
Se mezclaban fogata, canjica, quentão, caldos, danza y oraciones. Creo que hoy los rezos están medio en desuso. Y la fiesta, en todo Brasil, calentaba y aún calienta los ánimos por dentro y por fuera. En el nordeste brasileño, el día de São João es tan festejado como la navidad en el resto del país. Es común que las personas intercambien tarjetas de “Feliz São João”. En Campina Grande, en el estado de Paraíba, tenemos lo que es llamado el Mayor São João del Mundo. Y al contrario del resto de Brasil, donde las vacaciones escolares de la mitad del año son en julio, en el nordeste ellas son en junio para permitir estas celebraciones. Tal vez el motivo de todo esto sea la celebración del único mes realmente frío de aquella soleada región, el único en que es posible encender una buena fogata.