La percepción tiene lugar porque existe en cada uno de nosotros un agente llamado punto de encaje que selecciona las emanaciones internas y externas para alineamiento. El alineamiento particular que percibimos como mundo es producto de la posición específica en que nuestro punto de encaje está localizado en nuestro capullo.
Para que nuestra primera atención focalice el mundo que percibimos debe enfatizar ciertas emanaciones seleccionadas en la estrecha faja de emanaciones en que está localizada la consciencia del hombre. Las emanaciones descartadas continúan dentro de nuestro alcance pero permanecen inactivas, siendo ignoradas durante todas nuestras vidas.
Los nuevos videntes llaman las emanaciones enfatizadas del lado derecho, la consciencia normal, el tonal, este mundo, lo conocido, la primera atención. El hombre medio les llama realidad, racionalidad o sentido común.
Las emanaciones enfatizadas componen una amplia porción de la faja de consciencia del hombre, pero una parte muy pequeña del espectro total de emanaciones presentes en el interior del capullo humano. Las emanaciones desatendidas en la faja del hombre son consideradas como una especie de preámbulo a lo desconocido, y lo proprio desconocido consiste en todas las emanaciones que no forman parte de la faja humana y que nunca son enfatizadas. Los videntes las llaman consciencia del lado izquierdo, nagual, u otro mundo, lo desconocido, la segunda atención.
Los antiguos videntes descubrieron que el punto de encaje no está en el cuerpo físico, sino en el envoltorio luminoso, en el propio capullo. Todo ser vivo tiene un punto de encaje que selecciona emanaciones para enfatizar.
Los seres humanos escogen siempre las mismas emanaciones para percibir por dos motivos. La primera y más importante: porque nos enseñaron que esas emanaciones son perceptibles; las segunda: porque nuestros puntos de encaje seleccionan y preparan esas emanaciones para ser usadas.
Una de las conquistas más importantes para los nuevos videntes fue descubrir que el área donde ese punto está localizado en el capullo de todas las criaturas vivas no es una característica permanente, pero está establecida por hábito en esa región específica. A eso se debe la tremenda importancia que los nuevos videntes atribuyen a nuevas acciones, nuevas prácticas. Desean desesperadamente llegar a nuevos usos, nuevos hábitos.
Los nuevos videntes afirman que en el transcurso de nuestro crecimiento, después de que el brillo de la consciencia se focaliza sobre la faja de emanaciones humanas y selecciona algunas de ellas para énfasis entra en un círculo vicioso. Cuanto más enfatiza ciertas emanaciones, más estable queda el punto de encaje. Eso equivale a afirmar que nuestro orden se torna el orden del Águila. No es necesario decir que cuando nuestra consciencia se desarrolla en primera atención, el orden es tan fuerte que quebrar ese círculo y hacer moverse el punto de encaje es un verdadero triunfo.
Lo que es más importante es la comprensión apropiada de las verdades sobre la consciencia, para percibir que aquel punto puede ser movido a partir del interior. La infeliz verdad es que los seres humanos siempre pierden por omisión. Simplemente no conocen sus posibilidades.
Los nuevos videntes dicen que la comprensión es la técnica. Dicen que, ante todo, es necesario ser consciente de que el mundo que percibimos es el resultado de la localización de nuestros puntos de encaje en un área específica del capullo. Después que esto es comprendido, el punto de encaje puede moverse casi por fuerza de voluntad a consecuencia de nuevos hábitos.
El punto de encaje del hombre aparece en un área definida del capullo porque el Águila así lo ordena. Pero el área precisa es determinada por el hábito, por los actos repetitivos. Primero aprendemos que él puede ser localizado allí, y entonces nosotros mismos ordenamos que se quede en ese lugar. Nuestra orden se torna la orden del Águila, y el punto se fija en esa posición. Reflexiona sobre esto con mucho cuidado; nuestro orden se torna el orden del Águila.
El punto de encaje también es responsable de hacer a la primera atención percibir en términos de conglomerados. Un ejemplo de conglomerado de emanaciones que reciben énfasis al mismo tiempo es el cuerpo humano tal como nosotros lo percibimos. Otra parte de nuestro ser total, nuestro capullo luminoso, nunca recibe énfasis y es relegado al olvido, pues el efecto del punto de encaje no es sólo hacernos percibir ciertos conglomerados de emanaciones, sino también hacernos ignorar otras emanaciones.
El punto de encaje irradia un brillo que reúne haces de emanaciones aprisionadas. Esos haces se alinean con las emanaciones libres. Los conglomerados se forman aun cuando los videntes lidian con emanaciones que nunca son usadas. Siempre que son enfatizadas, podemos percibirlas exactamente como percibimos los conglomerados de la primera atención.
Uno de los mayores momentos que los nuevos videntes tuvieron fue cuando descubrieron que lo desconocido es simplemente las emanaciones descartadas por la primera atención. Es vasto, pero la aglomeración aún puede ser hecha. Ya lo incognoscible por su lado es una eternidad donde nuestro punto de encaje no tiene ninguna condición de aglomerar.
El punto de encaje es como un imán luminoso que elige emanaciones y las agrupa siempre que se mueve dentro de los límites de la faja de emanaciones del hombre.
Ese descubrimiento fue la gloria de los nuevos videntes, pues lanzó una nueva luz sobre lo desconocido. Los nuevos videntes percibieron que algunas de las visiones obsesivas de los antiguos videntes, aquellas que son casi inconcebibles, coinciden con la mudanza del punto de encaje para la región de la faja del hombre que es diametralmente opuesta a aquella donde está localizado ordinariamente.
Son visiones del lado oscuro del hombre porque es sombrío y amenazador. No es sólo lo desconocido, sino lo que no se quiere conocer. Las emanaciones que están dentro del capullo pero fuera de los límites de la faja del hombre pueden ser percibidas pero de maneras indescriptibles. No son lo desconocido humano, como es el caso de las emanaciones no utilizadas en la faja del hombre, sino lo desconocido casi inconmensurable, donde no hay ni un trazo. Es de hecho un área de una extensión tan gigantesca que el mejor de los videntes difícilmente conseguiría describirla.
El misterio está fuera de nosotros. Dentro de nosotros hay sólo emanaciones intentando romper el capullo. Y ese hecho nos desvía de la verdad de un modo u otro, seamos hombres comunes o guerreros.
Sólo los nuevos videntes superaron ese punto. Ellos luchan para ver. Y por medio de las mudanzas de sus puntos de encaje consiguen sentir que el misterio es percibir. No tanto lo que percibimos, sino lo que nos hace percibir.
Ya te dije que los nuevos videntes creen que nuestros sentidos son capaces de detectar cualquier cosa. Creen en eso porque ven que la posición del punto de encaje es lo que dicta lo que nuestros sentidos perciben. Si el punto de encaje alinea emanaciones en el interior del capullo en una posición diferente de la normal, los sentidos humanos perciben de maneras inconcebibles.
Hay una distinción significativa entre un movimiento y un desplazamiento del punto de encaje. El movimiento es un cambio profundo de posición, tan extrema que el punto de encaje pude incluso alcanzar otras fajas de energía al interior de nuestra masa total luminosa. Cada faja de energía representa un universo completamente diferente para ser percibido. Un desplazamiento, sin embargo, es un movimiento pequeño en el interior de la faja de campos de energía, lo cual percibimos como un mundo de vida cotidiana.
El aspecto del alineamiento que mantiene al punto de encaje estático es la voluntad; y el aspecto que lo hace mudar es la intención, ¡el intento! Uno de los misterios más asombrosos es cómo la voluntad, la fuerza impersonal del alineamiento, se transforma en intención, la fuerza personalizada, a servicio de cada individuo.
La parte más extraña de este misterio es que la mudanza es muy fácil de realizar. Pero lo que no es tan fácil es convencernos de que eso es posible. Es ahí que reside nuestra seguridad. Tenemos que ser convencidos y ninguno de nosotros quiere serlo.
(Compilación Flórion)