Algo en el guerrero siempre tiene consciencia de todas las modificaciones. Es precisamente el objetivo del guerrero el incentivar y mantener esa consciencia. El guerrero la limpia, lustra y conserva en funcionamiento. Es muy importante que repares. Tú reparas en las cosas cuando crees que debes, sin embargo, la condición de un guerrero es reparar en todo, siempre!
¡Cuidado! Un guerrero nunca se descuida de sus defensas. Si continúas así tan feliz o infeliz, vas a agotar la poca energía que te resta. Sé tú mismo. Duda de todo. Sé desconfiado. Lo que importa es lo que tú puedes usar como escudo. Un guerrero tiene que usar todo lo que pueda para cerrar su brecha mortal cuando ella se abre. Por lo tanto, no importa que te guste ser desconfiado o hacer preguntas. Ahora eso es tu único escudo.
Un guerrero muere con dificultad. Su muerte tiene que luchar para levarlo. Un guerrero no se entrega. No hay defecto en el modo de ser del guerrero. Síguelo y tus actos no podrán ser criticados por nadie.
Voy a hablarte sobre lo que hablamos con nosotros mismos. Conversamos sobre nuestro mundo. En verdad conservamos nuestro mundo con nuestros diálogos internos. Siempre que terminamos de hablar con nosotros mismos el mundo está siempre como debía ser. No sólo eso, sino que nosotros también elegimos nuestros caminos al conversar con nosotros. Así repetimos las mismas elecciones varias veces hasta el día de nuestra muerte, pues repetimos el mismo diálogo interno durante toda la vida. Un guerrero lo sabe y busca parar el diálogo interno. Ese es el último ítem que tienes que aprender si quieres vivir como guerrero.
Parando el Diálogo Interno
Un guerrero sabe que el mundo se modifica apenas él para de conversar consigo mismo, y debe estar preparado para esa sacudida monumental. El mundo es así o asá, sólo porque decimos que es de esa manera. Si paramos de decir que el mundo es así o asá, el mundo dejará de serlo. En este momento no creo que estés listo para ese golpe monumental y, por lo tanto, debes comenzar lentamente a deshacer el mundo.
Tu problema es que confundes el mundo con lo que las personas hacen. Aunque en eso no eres el único. Todos hacemos eso. Las cosas que las personas hacen son los escudos contra las fuerzas que nos cercan, lo que hacemos como personas nos da conforto y nos hace sentir seguros, lo que las personas hacen es muy importante en sí, pero sólo como escudo. Nunca aprendemos que las cosas que hacemos como personas son simplemente escudos y dejamos que ellas dominen y trastornen nuestras vidas. En verdad, yo diría que para la humanidad aquello que las personas hacen es mayor y más importante que el propio mundo.
El mundo es todo lo que está encerrado aquí… la vida, la muerte, personas, aliados y todo lo demás que nos rodea. El mundo es incomprensible. Nunca lo comprenderemos; nunca develaremos sus secretos. Así, tenemos que tratarlo como él es, ¡un simple misterio!
Pero el hombre común no hace eso. El mundo nunca es un misterio para él y cuando llega a la vejez está convencido de que no tiene nada más por qué vivir. Un viejo no agotó el mundo, sólo agotó lo que las personas hacen. Pero en su estúpida confusión cree que el mundo no tiene más misterios para él. ¡Qué precio triste a pagar por nuestros escudos!
Un guerrero sabe de esa confusión y aprende a tratar las cosas correctamente. Las cosas que las personas hacen no pueden de ninguna manera ser más importantes que el mundo. Y así el guerrero trata al mundo como un misterio interminable y a lo que las personas hacen como una inmensa locura.
Los nuevos videntes aspiran a ser libres. Y la libertad tiene las más devastadoras implicaciones. Entre ellas está la implicación de que los guerreros deben intencionadamente mudar el mundo.