La Totalidad del Ser

Publicado por Editor 6 de febrero de 2023

Nuestro ser total consiste en dos segmentos perceptibles. El primero es el cuerpo físico conocido, el cual todos nosotros podemos percibir; el segundo, es el cuerpo luminoso, un capullo que nos da la apariencia de huevos luminosos.

Los hombres parecen diferentes cuando los ves. Son como fibras de luz, como telas de araña blancas. Hilos muy finos que circulan de la cabeza al ombligo. Así, el hombre parece un huevo de fibras circundantes. Y sus brazos y piernas son como espinas luminosas, estallando en todas las direcciones.

Aparte de eso, todos los hombres están en contacto con todo lo demás, no por sus manos, sino por medio de un puñado de fibras largas que salen del centro de su abdomen. Esas fibras ligan al hombre a su ambiente; mantienen su equilibrio; le dan estabilidad.

Así, como algún día podrás ver, el hombre es un huevo luminoso, ya sea un mendigo o un rey, y no hay forma de modificar nada, o mejor dicho, ¿qué podría ser modificado en ese huevo luminoso? ¿Qué?

Cuando los brujos de los tiempos antiguos estaban examinando minuciosamente el cuerpo con su ojo de visión, notaron la presencia de vórtices. Quedaron muy curiosos al respecto e hicieron un mapa de ellos.

Cada centro de energía en el cuerpo muestra una concentración de energía; una especie de vórtice de energía, como un embudo, que desde la perspectiva del vidente parece realmente girar en sentido contrario a las agujas del reloj. La fuerza de un determinado centro depende del vigor del movimiento. Si apenas se mueve, el centro queda agotado, vacío de energía.

Existen cientos de esos centros, si es que no millares. Se puede decir que un ser humano no es más que un conglomerado de miles de vórtices giratorios, algunos de ellos tan minúsculos que son, por decirlo así, como agujeros de alfileres, pero son agujeritos importantes. La mayoría de los vórtices son vórtices de energía.

La energía fluye libremente a través de ellos o queda apresada en ellos. Sin embargo, existen seis tan enormes que merecen un trato especial. Son centros de vida y vitalidad. En ellos la energía nunca queda presa, pero a veces el abastecimiento de energía es tan escaso que el centro apenas gira.

Estos puntos representan a un ser humano y pueden ser trazados de cualquier manera que se quiera. La forma exterior no tiene importancia. Son ocho puntos en las fibras de un ser luminoso. El ser humano es antes que todo la voluntad, porque la voluntad es directamente ligada a tres puntos: sentir, soñar y ver; después el ser humano es razón. Ésta es un centro menor que la voluntad; sólo está ligada a hablar.

Podemos decir que cada uno de nosotros trae al mundo ocho puntos esenciales. Dos de ellos, razón y hablar, son conocidos por todos. Sentir es siempre vago, pero medio conocido. Solamente en el mundo de los brujos es que se conoce plenamente soñar, ver y voluntad.

Y por último, en la extremidad de ese mundo encontramos otros dos que nunca cederán al habla ni a la razón: el tonal y el nagual. Solamente la voluntad puede maniobrarlos. La razón está tan distante de ellos que es enteramente inútil intentar entenderlos. Esa es una de las cosas más difíciles de comprender; finalmente, el fuerte de la razón es concebir todo.

Según lo que yo sé, sólo hay ocho puntos que el hombre es capaz de manejar. Tal vez los hombres puedan ir más allá de eso. Dije manejar, no comprender, ¿reparaste?

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