Sentirse aislado, vacío, con tedio, apático o sin interés es uno de los grandes sufrimientos de la vida humana. Lo que nos enciende interiormente, lo que nos hace vibrar y brillar es el interés. Cuanto más intensa y profunda sea la relación que tenemos con la vida, más paz y alegría conseguimos. Podemos tener una o más actividades que nos ayudan a experimentar ese estado. Lo que funciona bien para alguien puede ser vacío para otra persona. La misma situación que a mí me hace feliz, a otro puede serle indiferente.
Para muchas personas la vivencia de estar enamorado proporciona momentos de intensa felicidad. Esta felicidad entre hombre y mujer se puede experimentar de muchas maneras. Existe una alegría que es corporal. La vivencia sensual o sexual si es vivida con libertad y satisfacción mutua, puede ser profundamente calmante y vigorizante. A la alegría del placer sexual, se puede sumar la alegría de amar y sentirse amado, y esa mezcla puede tornar una relación sexual en una experiencia profunda que llena todo el ser.
Cuando amamos a alguien recibimos algo de esa persona. Es una especie de alimento que retiramos de la convivencia con la otra persona. Por un momento algo profundo dentro de nosotros se entrelaza, mezcla y funde con la esencia espiritual del otro. En esta vivencia algo en nosotros se amplía, es fecundado, recibe y se nutre.
Para un hombre, una mujer que lo atrae y que él ama, en muchos momentos es como un imán: sumergirse en ella, conversar, estar ante su presencia y mirarla, es como participar de un misterio. Ella no es solo una mujer individual sino que trae dentro de sí algo universal, la esencia de lo femenino. Expandirse dentro de este vasto e inmenso misterio trae otra alegría especial.
Es muy interesante percibir como la fuerza del amor por alguien puede activar capacidades que normalmente están adormecidas. Si estamos en un lugar hermoso sintiendo amor por alguien que nos acompaña, la belleza del lugar puede tocarnos mucho más profundo. Los colores se hacen más vivos y la luz del sol nos ilumina tanto por fuera como por dentro. Algo en nosotros se expande e incluye no solo a la persona que amamos sino a todo lo que nos rodea.
Mientras más cultivamos la capacidad de tener una relación intensa, sensible y profunda con la vida, más se mantendrá vivo en nosotros el poder de amar y enamorarnos. Naturaleza, música, estudios, deportes, criar hijos, tener amigos, ver una película, cuidar a un animal, trabajar cada faceta de la vida puede ser un camino para salir del tedio y la monotonía. Depende de cada uno escapar de la inercia y buscar envolverse, interesarse y dejarse tocar. De este modo el poder de amar y de alegrarse podrá encenderse frecuentemente dentro de nosotros.